Estaba confundida. Quería enamorarse y a la vez estar sola. Su
belleza atraía a los chicos, pero su frialdad los terminaba alejando. Pasaba
sus días leyendo, mientras imaginaba la llegada de su príncipe azul o la
soledad de nunca acabar.
Los meses transcurrieron y las ganas de enamorarse disminuían.
Había conocido a muchos chicos, la mayoría de ellos comunes, torpes .Ninguno interesante,
que le cuente historias, la haga sentir distinta, que la llegase a enamorar.
Resignada, todas las noches, en vez de pensar en uno de ellos.
Prefería sentarse junto a una taza con café, reabrir sus libros y volverlos a
leer.
Un día, esa mujer dejó de estar confundida. Se vio en el espejo.
Estaba sola, radiante como siempre. Se preguntó: ¿Por qué no me puedo enamorar?
.Bajó la mirada y sus ojos brillaron como no lo puedo hacer por ningún chico. Entendió
que estaba enamorada, enamorada de sus libros.